Érase una vez un cuento real, otra historia triste por contar.  Odios, injusticia, dramas....y vecinos que ni ven, ni oyen ni sienten la  angustia.
Os abro las puertas de un mundo en el  que una aguja se pasa la eternidad persiguiendo a otra sobre un circuito  que desconozco. Absurda obsesión por controlar los hilos del tiempo.
Tiempo... no pasa igual para todos los corazones que laten.
Érase una vez unos zapatos de barro.
   
  
   
  ESCENA I:
   
  Situación: Ankara. Liu, un turista japonés, entra en una tienda  de revelación de fotos, en cuya puerta se anuncia que los  revelados  solo tardan 10 min. Un anciano muy amable le atiende:
   
 -Buenos  días señor, ¿en qué puedo servirle?
   
 -Buenos días! Verá, quería informarme  sobre las revelaciones superfast que hacen. ¿Los resultados son buenos?
    
 -Sí,  caballero. Los mejores!! Además, si tardamos más de la cuenta o alguna  sale defectuosa por nuestra imprudencia, le devolvemos  el dinero.
    
 -Pero…¿solo  diez minutos?
   
 -¡En diez minutos!
    
 -De acuerdo, confío en usted. Esperaré  fuera…
   
 -Gracias por su confianza…
   
  
   
 Liu sale a  la calle. Busca impaciente una barrita de chocolate que guarda en el  bolsillo de su nueva chaqueta. En ese momento  sube la mirada para mirar  el reloj de la plaza. 
   
  Son las 10’50 de la mañana.
   
  
   
 
ESCENA II
   
  Son las 10’50 de la mañana en un poblado de Darfur, en Sudán:
    
 Me encuentro  en la mezquita con mi hermano. De repente, un grupo de casi cincuenta  yanyawids entra  dentro y comienza a disparar en todas direcciones. Veo  gente que comienza a caer  muerta. 
   
 Justo en el momento en el  que me giro para coger a mi hermano y huir, veo como una bala le  atraviesa la  cabeza. “¡Nooo!! Ibrahim, no! ¡¡Hermano, no te mueras!!” 
    
 Comprendo que  es demasiado tarde para él. Me veo obligado a dejarlo allí. Seguramente  los yanyawid estén  en el poblado.
   
 Debo ayudar a mi familia, y ahora  también a la de mi hermano.
    
 Consigo escapar de la mezquita. ¿Cómo  han podido atacar en un lugar tan sagrado? ¡Llamarnos esclavos en casa  de Alá!!
   
 Veo humo en el pueblo. Han empezado a quemar nuestras casas,  solo quedan algunas en buen estado. La mía la acaban de incendiar. Mis   hijos! Mi mujer!! Tengo que salvarlos!
   
 Cuando  llego ya es demasiado tarde. Mis sobrinos también estaban en casa. Me  llena la desesperación, la rabia me impide llorar.  De repente oigo un  llanto tras la escalera. “Husna! Cariño, pequeño tesoro!  No te han  visto, tan pequeñita que eres! Vámonos antes de que nos encuentren!”
    
 Salgo  corriendo con    mi hija en brazos, però un  yanyawid nos ve y me dispara a la  pierna. Como consecuencia me veo  obligado a aminorar la marcha. Al ver que  continúo corriendo, comienza a  disparar como loco. No acierta pero… “Husna, no!!  No por favor, tú no!  No te mueras tú también, no me dejes solo” La tumbo  delicadamente  sobre el suelo. Solo tenía cuatro años, no le había hecho nada a nadie!
    
 Me levanto  de espaladas a ellos, estoy llorando. Doy media vuelta, ya nada me  importa. Lentamente avanzo hacia ellos. Veo la gente  correr, caer  muerta, veo los rios de sangre de mis amigos, de mis hermanos, de  mis  hijos. Siento un golpe en el pecho, el mismo que sentí en la pierna, el   mismo que sintió Husna, mis otros tres hijos, mi mujer, mi hermano. Me  han  arrebatado todo lo que tenía, todo lo que quería. Ahora solo deseo  volver con  ellos.
   
  Un par de disparos más me hace caer de espaldas al suelo.  Siento un mareo indescriptible, no obstante noto su presencia, la de   Samira, mi mujer. La veo sonreír. “Ya voy contigo, amor”. Abro los ojos  de nuevo,  veo el azul del cielo, bajo la mirada y me puedo ver los  pies. Sonrío por  última vez, parece que lleve zapatos de barro. 
    
 A las  11’00 de la mañana cierro mis ojos por última vez.
   
  
    
 
ESCENA III:
     
  Ya son las 11 de la mañana. Han pasado los 10 minutos y Liu  entra de nuevo a la tienda. Sorprendido, se encuentra al dependiente  esperándole en el mostrador con sus fotos en la mano y una sonrisa de   oreja a oreja.
-Aquí están sus fotos, señor.
-¿Están todas bien? - pregunta Liu, aun con la expresión de  sorpresa en la cara.
-Combruébelo usted mismo,  caballero...
-Están perfectas! Muchas gracias. Tenga  usted. Quédese el cambio, se lo merece!
-Gracias!  Tenga un buen día!
-Gracias a usted!  Adiós!
Érase una vez... un mundo paralelo.
xEa