domingo, 14 de marzo de 2010

Uno


Lentamente recogió sus cosas.

Sabía que su huida en verdad no era tal, sino más bien un acto de valentía, una búsqueda, un viaje al reencuentro. La noche caía cuando salió de allí, igual que el sol se fue, sus dudas desaparecieron poco a poco. No así su miedo, que permanecería en ella durante más tiempo.

Estaba sola, pero no importaba, porque la soledad era un sentimiento muy cercano para ella.

No supo de su marcha, pero no importaba. Hacía mucho tiempo que ella se había dejado ir.

La primera vez que vio el mar le pareció inmenso, imponente, y eterno. Aunque compartiera con él un nombre, pensó que no tenía nada que ver con él, que no podía compararse a él. Desde ese momento se prometió a sí misma que su meta sería parecerse más a ese mar, para poder así hacer honor a su nombre.

Se quitó los zapatos, y sintió el frío contacto de la arena húmeda en sus cálidos pies, mientras los hundía cada vez más entre los granos para sentirse parte de esa inmensa realidad, que era la naturaleza. Sintió la calma, y escuchó el silencio de una tierra sin hombres. Probó la sal del mar, y sintió los peces pasar entre sus piernas sin temor a ella, porque ya formaba parte de todo aquello. Escuchó la brisa susurrar entre las ramas, y vio a los árboles mecerse bajo su compás. Todo formaba parte de una armonía secreta, una sinfonía que había sido compuesta por un ser superior al hombre. El cielo azul le devolvió la sonrisa que se dibujó en su cara ante semejante idea.

Aunque nunca lo hubiese admitido, confiaba en la existencia o presencia de algo distinto, no sabía el qué, que velaba por ella desde ahí arriba, que la premiaba cuando hacía lo correcto. Era por eso que siempre intentaba hacer el bien, porque creía firmemente que si no actuaba correctamente, la vida le devolvería la jugada, y odiaba sufrir, y aún más, ver sufrir a los demás. Todo esto formaba parte de un instinto natural en ella, que le hacía agradecer absolutamente todo lo bueno que ocurría a quienquiera que estuviera velando por ella. Quizá, en alguna vida pasada, había sido una persona más sabia, que había llegado a comprender los misterios de aquella tierra que ahora pisaba, y de aquello que se encontraba más allá del cielo.

Secó sus pies con el calor del sol y se alejó de allí, olvidando sus zapatos entre la arena. A partir de ese momento, caminó descalza.









'Mm'

2 comentarios:

  1. Quizá en otra vida fue un guerrero indio!!

    (para romper un poquito el suspense)

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  2. Es maravillosa tu historia.
    Sigo pensando que te deberías dedicar más a esto :)

    ···xEa···

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